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viernes, 5 de noviembre de 2010

El caníbal de Hannover

Hans Bruman, conocido también como el caníbal de Hannover, cometió la mayoría de sus crímenes en los años veinte, aunque no fue arrestado hasta 1933. La carrera criminal de Hans Bruman comenzó en 1919, poco después de licenciarse del Ejército y caer bajo el encanto de una hermosa y adinerada joven que se prostituía por lascivia. Ella le introdujo en un universo de sexo, lujo y depravación, que finalmente le condujo al asesinato. Sus víctimas eran siempre mujeres jóvenes a las que ambos daban muerte después de retenerlas durante varios días y someterlas a toda clase de vejaciones y crueldades. En 1924, la pareja puso una charcutería que no tardó en adquirir fama en toda la ciudad por lo exquisito de sus productos. El negocio lo regentaba Hans, y Greta, su cómplice, sólo se dejaba caer por allí cuando había que preparar salchichas y otros embutidos típicos alemanes. 

Hasta que la pareja fue arrestada, varios años después, nadie imaginó cuál era la naturaleza de la exquisitez de aquellas chacinas que la pareja preparaba mezclando carne humana y de cerdo, añadiéndole especias y ahumándola posteriormente. Cuando Hans y Greta relataron con todo lujo de detalles sus crímenes durante el juicio al que fueron sometidos, hubo que interrumpir en numerosas ocasiones la vista porque muchos asistentes, incluidos los abogados y magistrados, sufrieron mareos y desvanecimientos debido a la crueldad que los acusados reconocieron haber empleado en los suplicios que infligieron a las infelices muchachas que cayeron en su poder. 

Hans sólo era un mero ejecutor, era Greta quien llevaba la manija en todo momento. Ella decidía el modo y el momento en que cada víctima debía ser despachada y convertida en embutido. Hans se encargaba de desollarlas y, después de eviscerarlas, las despiezaba convenientemente para aprovechar las partes del cuerpo más sabrosas como suele hacerse con el ganado destinado al consumo humano. Lo sorprendente del caso fue que, a medida que avanzaba el juicio, la impresión demoledora que causaba la relación de estos hechos execrables en el público y en el tribunal, fue trocándose en una morbosa y ávida necesidad de conocer, cada vez con mayor lujo de detalles, todos los pormenores de las actividades criminales y antropofágicas de Hans y Greta. Durante el juicio, Hans empezó a recibir correspondencia en la cárcel de admiradoras que decían sentirse profundamente atraídas por él y que deseaban ser devoradas del mismo modo que habían escuchado decir que él lo hacía con las víctimas que más le complacían. Lo que, en contra de lo que pueda pensarse, no era la forma más rápida o benigna de darles muerte, sino todo lo contrario. 

Hans y Greta mantenían relaciones sexuales con las víctimas a las que iban mutilando sistemáticamente a lo largo de varios días, hasta que sólo quedaba el tronco. Administraban a las víctimas abundantes dosis de láudano, opio u otros estupefacientes para aliviarles el dolor y mantenerlas en un estado de semi consciencia hasta que decidían desollarlas vivas y después degollarlas para desangrarlas convenientemente. Hans logró escapar de la cárcel en 1934 y, cuando la Policía empezó abandonar la búsqueda convencida de que había huido al extranjero, reapareció para secuestrar a la hija del juez que le estaba juzgando y devorarla tranquilamente en su guarida. Cuando Hans fue nuevamente detenido, la muchacha todavía vivía, aunque ya no le quedaban brazos ni piernas. Hans también le había arrancado los ojos para sustituirlos por unos de cristal de color azul claro. Lo hizo, según declaró a la Policía, porque el color castaño de los ojos de la muchacha no le excitaba. Hans fue finalmente ahorcado en 1937, pero Greta escapó de la cárcel durante los bombardeos que sufrió la ciudad en 1944 y jamás se volvió a saber de ella. Se cree que pudo huir a los Estados Unidos, u ocultarse en Sudamérica entre los cientos de miles de refugiados europeos que huían de los horrores de la guerra.





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