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lunes, 15 de enero de 2018

Wifredo el Velloso, conde de Barcelona

El rey franco Carlos el Calvo nombró en el año 878 conde de Barcelona a Wifredo el Velloso, siendo el último que fue designado por un monarca del Sacro Imperio. Pero los condados catalanes no adquirieron una entidad independiente ni unitaria tras su muerte, como a veces se ha hecho creer, puesto que los hijos del conde se repartieron los títulos y siguieron rindiendo tributo a los reyes francos. La historia del esforzado Wifredo el Velloso ha sido retorcida por los nacionalistas catalanes para otorgarle un papel protagonista en la mitológica fundación de la nación catalana. Sin embargo, Wifredo, el último conde de Barcelona designado por un rey franco, simplemente se aprovechó de la crisis del Imperio carolingio para concentrar el máximo número de títulos, pero desde luego no albergaba ningún sentimiento nacionalista ni siquiera buscó desvincularse del Imperio por temor a las represalias, y porque la amenaza de los moros no había sido aún conjurada en la península Ibérica. De hecho, el título de conde de Barcelona cayó en sus manos precisamente por tomar partido a favor de Carlos el Calvo enfrentándose a la nobleza local. Tampoco es cierto el relato de que la bandera de las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo —hoy vinculada a las regiones herederas de la Corona de Aragón— fuera creada por Wifredo el Velloso.
Tras el colapso del Reino visigodo de Hispania —que se extendía por casi toda la Península— y la invasión musulmana de la Galia en el año 718, el Imperio carolingio estableció una marca defensiva como frontera meridional con los territorios ocupados por los moros al sur de los Pirineos. Esto supuso la ocupación por los francos durante el último cuarto del siglo VIII de las actuales comarcas pirenaicas de Gerona y, en el 801, de Barcelona. Este antiguo territorio visigodo se organizó políticamente en diferentes condados dependientes directamente del rey de los francos. Wifredo el Velloso era un fiel aliado de Carlos el Calvo, pero conforme el poder central del Sacro Imperio se debilitaba en el siglo X, los condados catalanes, que estaban vertebrados por Barcelona, Gerona y Osona, fueron progresivamente desvinculándose del poder de los francos. En el año 987, el conde Borrell II fue el primero en no prestar juramento al monarca de la dinastía de los Capetos, pero se sometió en vasallaje al poderoso Califato de Córdoba. En este punto, las leyendas nacionalistas sitúan erróneamente al noble Wifredo el Velloso —el último conde de Barcelona designado por la monarquía carolingia— como el artífice, no ya de la independencia de los condados catalanes sino también del nacimiento de Cataluña como nación y de sus símbolos.
Como hicieron los cronistas castellanos con el Cid Campeador, los nacionalistas catalanes recurrieron a un personaje real, que debió gozar de gran importancia en su tiempo pero del que se conocen pocos datos históricos, para moldear su biografía y cubrir los grandes huecos con datos legendarios. Wifredo pertenecía a un linaje hispanogodo de la región de Carcasona (la mitología nacionalista catalana fija su nacimiento en la inmediaciones de Prades, en el condado de Conflent, actualmente en el Rosellón francés). En el año 873 heredó el Condado de Urgel tradicionalmente en manos de su familia. Aprovechando la fallida rebelión del conde de Barcelona Bernardo de Gothia contra Carlos el Calvo, la fidelidad de Wifredo hacia el monarca le hizo ganarse como premio el resto de condados. El noble fue el primero en aglutinar a la vez todos los títulos de los condados catalanes, siendo el fundador de la dinastía condal de la Casa de Barcelona. Sin embargo, Wifredo el Velloso, que había recibido los títulos por mediación de los francos, no buscó nunca la independencia de los condados y, por supuesto, no configuró ninguna nación catalana ni nada parecido. Fue con la Capitular de Quierz —promulgada el 14 de junio de 877 por Carlos el Calvo— cuando se sembró el auténtico germen de la separación de los condados catalanes del Imperio carolingio. Esta orden real estableció el carácter hereditario de los honores otorgados por la Corona. Es decir, que a la muerte de Wifredo sus títulos pasaron a sus hijos sin que fuera necesario que el monarca del debilitado Imperio carolingio eligiera al sucesor. Lo que no significa que se pueda hablar desde ese momento de una entidad propia y unitaria en la región catalana. En 897, a la muerte de su padre, Wifredo II Borrell se hizo cargo conjuntamente con sus hermanos Sunifredo y Miró, de los condados paternos, reservándose para él el gobierno de los condados principales, Barcelona, Gerona y Osona. No en vano, llegado el momento Wifredo Borrell viajó a Francia para rendir tributo al nuevo rey franco, Carlos el Simple, y allí fue investido oficialmente como conde de Barcelona en 899. Hubo que esperar más de un siglo para ver la completa desvinculación de los condes de Barcelona, que terminaron aglutinando todos los títulos nobiliarios catalanes bajo una misma persona, con respecto la Corona de Francia. Según la falsa leyenda del origen de la bandera catalana, Wifredo el Velloso fue el artífice, no ya de la independencia de los condados catalanes, sino del nacimiento de Cataluña como nación que fue popularizada durante la llamada Renaixença en el siglo XIX, por el dramaturgo Serafí Pitarra. Otro mito vinculado a Wifredo es el origen de la bandera de las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo, que, en realidad, no fue usada por los Condados hasta la unión con Aragón en el siglo XII. Según una leyenda recogida por una crónica castellana de 1492, Wifredo el Velloso acudió a ayudar al emperador Carlos el Calvo durante una batalla contra los vikingos que asolaban entonces el norte de Francia. El monarca dibujó con la sangre del noble catalán, herido en combate, cuatro barras rojas en el escudo dorado, pronunciando las célebres palabras: «Éstas serán vuestras armas, conde». La historia, sin embargo, está copiada de un pasaje de la toma de Córdoba por Fernando III, donde se dice que el rey castellano quiso premiar la valentía de uno de los caballeros que resultó malherido en la refriega, empapando los dedos en la sangre del moribundo y dibujando en su escudo tres franjas rojas. En realidad, el escudo de las cuatro barras probablemente lo empezó a utilizar el conde Ramón Berenguer IV, después de la unión dinástica del Condado de Barcelona con el Reino de Aragón, siendo el símbolo oficial del linaje a partir de su hijo, el rey Alfonso II de Aragón.
El primer conde catalán que no prestó obediencia al rey de los francos fue Borrell II. Cuando en 987 el rey franco Hugo I Capeto le exigió renovar los vínculos de vasallaje con la corona franca la respuesta del conde fue ignorar el requerimiento porque el rey de los francos no había acudido en auxilio de Barcelona cuando fue atacada por los moros unos años antes. Así terminó la subordinación de los condes de la Marca Hispánica a los monarcas francos. La total independencia del Condado de Barcelona de la Corona de Francia se consumó con la firma del Tratado de Corbeil en 1258 entre Luis IX de Francia y el rey de Aragón, don Jaime I el Conquistador.


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